Full of meaning [Privado]

Sus ojos miel estaban fijos en aquel grupo de tumbas... Solamente había dos y una familia entera estaba enterrada ahí. Hace ya algunos años que no había tenido la dignidad de posarse en aquel cementerio chino... No es que aquél sitio haya sido su lugar de nacimiento pero sin duda era el lugar de descanso de todos aquellos que alguna vez habían representado lo más importante de su vida... La familia. Estaba sentada en la tierra, con las rodillas dobladas pegadas a su pecho y los tobillos cruzados. Ya no había razones para llorar, no tenía caso... De hecho ni siquiera sabía porque estaba ahí. Cerró los ojos mientras recargaba el mentón en las rodillas.

- Quizás porque me siento sola...

Portaba una chaqueta azul de cuadritos y líneas rojas, delgadas. Una falda que apenas si se veía debajo del saco que llegaba hasta sus muslos y medias color rosa. Botas arena y una bufanda roja. Su cabello castaño y rebelde se entremezclaba con esas orejeras de peluche blanco. Hacía mucho frío en aquella región de China y aunque se encontraba en una zona relativamente poblada el ambiente se sentía tan seco y frío que no había nadie salvo ella, alrededor del cementerio. Por eso fue que entre abriendo los ojos llenos de lagrimas hizo que un montón de flores crecieran sobre las lápidas y las tumbas, llenando todo de hermosos colores.

Un conejo se acercó a donde estaba ella, dando pequeños saltos. Se detuvo a su lado y se levantó en dos patas, mirándola mientras movía la cabeza curioso, bajando las orejas.

- ¿Kyu...?

Ella volteó a verlo y sonrió suavemente mientras las lagrimas mojaban sus mejillas.

Spoiler:

- Estoy bien... No es nada.

Estiró la mano para acariciar entre sus orejas, mientras el viento frío movía su cabello.

Off: Perdón si me extiendo demasiado con cosas que no vienen al caso pero quería aprovechar la ocasión para hacer una introducción cool (??)

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París, Escuela de pilotos Poirot, Dependencia secreta de la DGSE (Servicio de inteligencia de Francia)

Ya había caído la paradójica noche parisina, tan oscura por la nubosidad de su cielo y la humedad de su ambiente pero al vez tan radiante por la iluminación artificial que le da fama mundial. La Avenida Breteuil mostraba ya poco tránsito, por encontrarse en un barrio a grandes rasgos residencial. Los vecinos arribando a sus casas, algunos hombres vestidos de deportista que pasaban al trote y dos parejas adolescentes yendo por una cerveza  mantenían aún viva la esquina en la que se veía una única ventana con luz.

En el tercer piso parecía estarse llevando a cabo una clase. Al frente de la misma se encontraba un joven de traje discreto y lacios cabellos violáceos que le llegaban al hombro. Lucía sobre su frente un prolijamente simpático flequillo y estaba sentado sobre una típica silla ejecutiva, terminando algunas notas en la pizarra. No aparentaba más de dieciocho años.

Su grupo de alumnos era sumamente variado, aunque todos debían ser entre cinco y diez años mayores que quien les instruía. Típicos jóvenes con evidente fanatismo por los juegos de computadora y apatía por todo lo demás; algunos flacos, con el rostro consumido y viciado, realmente inspiradores de miedo; y otros grandes y musculosos, con cara de pocos amigos y cabello bien corto, característico de las fuerzas de seguridad.

- Y ese es el protocolo básico para comprobar de forma segura posibles fallas en un sistema de seguridad avanzado cuando se carece de información. - sentenció el joven al apartarse de la pizarra. - Aunque estos procedimientos puedan parecer simples y genéricos, en su conjunto y ayudados con un poco de intuición podrían incluso quebrantar los mecanismos de seguridad de la mayoría de los sistemas de transferencia que utilizan actualmente muchas bancas de importancia mundial.

- Prof. Sinclair, - interrumpió quien era quizás el más joven del grupo, con una pronunciada apariencia nerd. - ¿ Ha usted comprobado que es posible violar la seguridad de las bancas internacionales?

- Creeme que lo es, Patrice. Me temo que no puedo profundizar en ese campo en particular, ya que existen aplicaciones de confidencialidad cero. - el profesor pareció incómodo con la pregunta y se la sacó de encima rapidamente. Los alumnos quedaron fascinados como estudiantes del jardín de niños al oir un cuento fantástico.   - ¿Confidencialidad cero?- repitieron algunos, incrédulos.

EL PROFESOR:

- Bueno muchachos, eso ha sido todo por hoy. Pueden retirarse. - concluyó rapidamente el joven docente.

Cuando los estudiantes se retiraban, el profesor Sinclair, que continuaba sentado en su silla ejecutiva, llamó a uno de ellos.

- Romaine, ¿puedes quedarte un momento?

El mencionado era quizás el mayor del grupo; un fornido hombre de raza negra que superaba el metro con noventa y a juzgar por su contextura pasaba cómodamente los cien kilogramos de peso.

- ¿Terminaste con la tarea especial que te asigné? - preguntó inmediatamente el profesor.

  - Me preguntaba cuándo lo pediría... - respondió el hombre al tiempo de entregarle un sobre cerrado papel madera.

- Me preguntaba cuándo lo terminarías - dijo sonriente el instructor, al mismo tiempo que despedía a su estudiante.

Cuando se encontró solo, el joven genio echó una mirada al contenido del sobre.

- Etsu Nitta, nacida hace veinte años, japonesa. Hija de Otaru Nitta, accionista mayoritario de la corporación de maquinaria industrial Nitta. Su hermano falleció hace cinco años y no hay ningún registro de ella en los últimos cuatro... - mientras leía la información, extrajo del mismo sobre una imagen de una jovencita muy bella de vivos cabellos negros. - Sin duda es ella, aunque ésto no me sirve para nada. No sé por qué pensé que me llevaría a algún lado...

Guardó el sobre en su bolsillo trasero al ponerse finalmente de pie y salió del salón. Pasó por una pequeña nevera en un rincón de la que extrajo una lata de energizante. Tocó el botón del elevador mientras le daba un largo sorbo a la bebida.

Al cerrarse las puertas del elevador miró desafiante a su propio reflejo en el espejo y con un rápido parpadeo, buscó su pensamiento práctico.

- Bien, ¿ahora qué?...Démeter, eso es... parece que se encuentra en China. Creo que ya he perdido suficiente tiempo...

La decisión se vio reflejada en sus ojos, aunque rápidamente se interrumpió a sí mismo con una exclamación.

- ¡No creo que le agrade esto! - se regañó burlonamente mirando a su bebida. Se la llevó fugazmente a la boca y la terminó de un sorbo, arrojando la lata en el piso del elevador.

Segundos después, en la planta baja del edificio, el sereno miraba extrañado al elevador llegar a la planta baja con sólo una lata de energizante en el piso. Se dirigió a los niveles superiores a averiguar cuándo dejaría el lugar un docente que aún no se había retirado. Lo buscó por varias horas sin éxito.

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Off Bis: Sí, ya sé, limé mal. Pero ahora ya lo escribí y no lo voy a borrar :p

HunChun, China

 No era el mejor momento del poderoso paisaje que forman las vastas planicies del noreste chino. El viento frío proveniente de Siberia se hacía sentir desde hacía varios meses debido a la estación, e incluso la muy adaptada vegetación local parecía estar cediendo su última reserva de follaje a manos del crudo invierno.

En ese melancólico paisaje el joven, aún vistiendo su traje discreto, observaba una escena aún más triste; capaz incluso, con el crucial aporte de la belleza de su protagonista, de conmover el corazón del todopoderoso manipulador.

 Una joven de aspecto invasivamente tierno y con rostro de una belleza ineludible, lógicamente muy abrigada por las condiciones del lugar, se encontraba sentada acurrucada frente a una  pareja de improvisadas tumbas de madera; mientras mantenía su mano extendida acariciando a un pequeño conejo que elevaba su cabeza parándose sobre sus patas traseras para recibir las atenciones de la muchacha. Las tumbas presentaban un particular contraste con el lugar, ya que estaban cubiertas de bellas flores de los más vivos colores que Jean hubiera visto. A pesar de la distancia la buena vista de Hermes logró divisar brillo en la parte inferior de sus hermosos ojos miel, y el suizo supo que la joven se encontraba llorando aún antes de que el viento le llevara a sus labios una de sus puras lágrimas. La tristeza de aquella doncella parecía ir de la mano con el precario estado de la flora del lugar a su alrededor. Sus delicadas facciones daban la sensación de que debía ser portadora de una sonrisa tan hermosa que haría florecer toda la región con sólo mostrársela al mundo.

- Démeter... Recuerdo, siempre me conmovió la forma en la que lloraba a su hija raptada. La he recuperado para ella una vez, pero el astuto truco de Hades hace que cada era Perséfone regrese con él. No recuerdo si hemos coincidido los cuatro desde entonces...

- Hades... - continuó pensando el joven divino - Esta vez recuperaremos a Perséfone para siempre, Démeter, créeme... A pesar de que perteneces a la generación anterior, tu también estás destinada a prevalecer.

En una actitud tranquila y cariñosa se acercó a la joven. Lentamente se posó un puñado de pasos atrás de ella. Contempló la escena más de cerca unos instantes, lo cual lo hizo admirar aún más las gracias que adornaban a la encarnación de la portadora de las estaciones. Al mismo tiempo que el pequeño animal con el que la diosa interactuaba notara su presencia, Hermes habló sinceramente, con una paz apasionada.

- Es una verdadera lástima que el destino de un alguien tan bello sea llorar a los que se encuentran en el inframundo.

Off final :p : Sí, lo corto ahí xD

Habilidades usadas:

Off: Jajaja esta bien, te inspiraste *--*)

Ciertamente sintió una presencia cercana... Pero de momento no le tomó mucha importancia. No pudo captar ningún cosmos divino o peligroso... Quizás era solamente un transeúnte más. Además, el conejito ni siquiera se había percatado de la presencia ajena. ¿Sería que ocultaba muy bien su aura? ¿Con qué objetivo? Comenzaba a ponerse ligeramente paranoica cuando por fin el extraño decidió acercarse, incluso el pequeño animalito salió disparado a ocultarse lejos de ahí ante la presencia del recién llegado.

"Es una verdadera lástima que el destino de un alguien tan bello sea llorar a los que se encuentran en el inframundo." Althea se enderezó, levantándose y girándose para encararlo. Era un hombre joven con un traje, de apariencia amigable, sin embargo sus palabras estaban llenas de significado... ¿Quién era? No era muy buena reconociendo los cosmos y él en particular no estaba demostrando nada en ese aspecto. La chiquilla se limpió las lagrimas con la manga de su saco azul.

- Jeje... Me parece que siempre ha sido mi destino... ¿Nos conocemos?

Le sonrió amablemente, nunca perdiendo ese porte tan amable y caracteristico. Era curioso como había mencionado aquello ya que no solamente lloraba a su familia mortal sino que Perséphone era como un constante en el inframundo... Era una triste verdad... Un destino que estaba dispuesta a cambiar.

Y efectivamente Jean pudo comprobar que una lleve sonrisa de aquella joven tenía el poder de hacer florecer todo alrededor, y que su cálida mirada regalaba la contención del hogar a cualquiera en el que se posara.

No sólo por empatía sentimental le sentó bien aquel primer cruce de palabras con la diosa de la fertilidad. Al empezar nada más, se encontraban ya muy cerca de hablar de los asuntos que le interesaban a Hermes. Era de todas formas una situación agradable para conversar, y se acercó un poco más mientras hablaba amistosamente, mostrando incluso un poco de afecto por esa muchacha que jamás había visto antes.

- No nos conocemos de ahora, pero sí de antes, y de siempre; me entenderás.- sonrió y continuó. - Soy el que camina libremente por el reino de los muertos. Soy el que ya te ha ofrecido su ayuda antes para cambiar ese destino de dolor, y está dispuesto a completar la tarea. Pero tiempo al tiempo mi estimada dama, no es mi intención llenarla de falsas ilusiones. Es en todo caso mi afán compartirle ese mensaje del destino. Después de todo, dicen que soy sólo un mensajero. - y finalizó contra sonrisa. Su elegancia al hablar iba acompañada de gestos banales y generaba más gracia que seriedad.

Por un momento iba a desconfiar del extraño que tenía enfrente y por poco da un paso hacía atrás cuando él pretendió acercarse, sin embargo no lo hizo, conteniéndose. De alguna forma sus ojos parecían sumamente sinceros y aunque su sonrisa parecía gastada no había malicia en ella ni amenaza en su aura. A pesar de que demostraba tener un conocimiento más allá de lo normal en ella decidió que primero se daría la oportunidad de saber quien era.

Pero entonces tomó la palabra, demostrando tener un buen uso y control de ésta. Lo que fluía por su boca la hacía interesarse aún más y de cierta forma depositar su confianza... Era un Dios... El que caminaba por el mundo de los muertos y no nada más ese camino sino muchos otros. Le dedicó una sonrisa mucho más amable y se acercó el ultimo paso que faltaba para que acortaran las distancias.

- Hermes... Me conforta saber que éstas entre nosotros en estos tiempos tan duros.

Externó mientras ladeaba un poco el rostro, curiosa. No le sorprendía que la hubiese encontrado, después de todo él era el mensajero de los dioses y tenía la capacidad de encontrarlos donde fuese. Desde el templo más sagrado del Olimpo hasta la esquina más impía del Inframundo. Además, le estaba profundamente agradecido por lo que había hecho por ella y por su hija en el pasado aunque al final solamente hubiera quedado en la intención.

- Jamás podrías llenarme de falsas ilusiones... De eso me encargo yo jeje. ¿Cuál es el mensaje, si pudiera saberlo? O mejor aún... ¿Quisieras acompañarme a un sitio más tibio?

Se abrazó a si misma mientras lo veía divertida con ese traje tan desentonaste con el sitio y el clima.

- Me alegra que lo vea usted así - respondió Jean al cumplido de la diosa mientras se inclinaba amablemente con una sonrisa desinhibida- aunque me intriga un poco saber la razón por la cuál dice con son tiempos difíciles - agrego simpático luego.

- Me encuentro perfectamente. - dijo tras la propuesta de cambio de sitio con la sonrisa aún intacta, como quien no quiere parecer desganado en una cita - Sin embargo, me encantaría acompañarla a donde usted prefiera.

- El destino no habla con palabras si no con las circunstancias - explicó finalmente dando liviandad a sus palabras. Y es un gran mensaje del destino que estemos tu y yo aquí en esta era, que también esté la señorita Perséfone...justo cuando Hades y su reino...están como están. - y fue cargando de precaución sus palabras, hasta terminar casi susurrando, serio e intrigante.

OFF: Posteo muy poquito porque te quiero y me importa lo que digas antes de hacer o decir cualquier cosa [buenaexcusamode="OFF"]