En las puertas del infierno [Privado]
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En las puertas del infierno [Privado]
“¡Apúrate, bastardo. Yo en tu lugar ya hubiera matado a diez!”
Aquellas palabras aún resonaban en mi cabeza, eran lo último que había dicho antes de morir en la silla eléctrica… pero, ¿de verdad había fallecido?, si bien todo era oscuro, confuso, no me sentía realmente como si mi vida hubiera acabado… aunque tras lo que me pareció un parpadeo había pasado de estar en aquella sucia sala llena de espectadores, sedientos de mi sangre, a encontrarme en medio de la aparente nada, en un lugar que jamás había visto… - ¿dónde demonios estoy? -, mis ojos no daban crédito a lo que veían… el cielo era totalmente negro, más que en cualquiera de las noches que yo hubiera contemplado, y el viento se sentía demasiado frio, capaz de congelarme la sangre... quizá todo se trataba de un sueño y en cualquier momento despertaría… ¡sí, eso debía ser!
Sin embargo, mi optimismo fue decayendo a la par que el tiempo seguía avanzado, ya ni siquiera podía distinguir cuántos minutos, horas… incluso días habían pasado mientras yo esperaba un despertar que se antojaba cada vez más lejano, vagando sin rumbo.
Aunque siendo sincero, lo que más molestia me causaba de estar ahí, era la aparente esterilidad del ambiente, no había nadie más que yo, ni siquiera plantas o animales… joder, si tan solo tuviera fósforos y algo para quemar, o al menos un paquete de cigarrillos, no estaría sufriendo tanto, a este paso no tardaría en mostrar señales del síndrome de abstinencia… joder, en serio.
Víctima de mi propia desesperación, anduve y anduve, tratando de encontrar algún tipo de señal que ni siquiera estaba seguro de cómo luciría, pero tenía que encontrarla, tenía que hallar algo que me dijera “aún estás vivo”, que todavía tenía tiempo para acabar “mi gran obra”, y, aunque no sé si fue el destino o pura coincidencia, tras escalar una pequeña colina, logré vislumbrar un enorme arco de mármol, que se alzaba majestuoso… ¡sí!, ¡seguramente sería la entrada a algún pueblo o ciudad!, sentí que mis energías se renovaban, incluso me lancé desde la cima de la colina sin pensarlo , y, como si mi vida dependiera de ello, corrí a toda velocidad hacia aquel signo de que no estaba solo.
Corrí y corrí, pero mi emoción que se había encendido como las llamas que tanto me fascinaban se fue apagando lentamente… podía ver esa especie de puerta, si, sentía que casi podía tocar las hendiduras entre los bloques de mármol, pero por más que avanzaba no conseguía llegar… - que extraño - pensé, la información que mis ojos captaban no concordaba con la distancia que había recorrido, era como si de pronto mi vista hubiera aumentando decenas de veces con respecto a mis otros sentidos, y quedé aún más extrañado, casi estupefacto cuando, como una afrenta a mi situación, la presencia de un letrero que extrañamente no había notado, grabado en la parte más alta de la construcción, se desvelo ante mí:
“Aquel ser que entre deberá abandonar toda esperanza”
¿Pero qué clase de broma estúpida era eso?, esas palabras… esa frase… sin duda ya había leído eso antes, pero… ¿dónde?...
Me dejé caer de rodillas, instintivamente me llevé las manos a la cabeza, estaba a nada de llegar al colapso, pues, como si esa terrible visión hubiese sacudido mi memoria, vi pasar toda mi vida ante mí: sufrimiento, dolor, risas, el enorme placer que me provocó ver arder a cada de mis víctimas y, al final, el eco de una voz monstruosa, horrible pero familiar al mismo tiempo, que por alguna razón había olvidado hasta ahora pero que casi enseguida recordé me había acompañado en lo que pensaba eran mis últimos momentos de vida, sentado en la silla eléctrica… - ¿Ga… ru… da? -
Aquellas palabras aún resonaban en mi cabeza, eran lo último que había dicho antes de morir en la silla eléctrica… pero, ¿de verdad había fallecido?, si bien todo era oscuro, confuso, no me sentía realmente como si mi vida hubiera acabado… aunque tras lo que me pareció un parpadeo había pasado de estar en aquella sucia sala llena de espectadores, sedientos de mi sangre, a encontrarme en medio de la aparente nada, en un lugar que jamás había visto… - ¿dónde demonios estoy? -, mis ojos no daban crédito a lo que veían… el cielo era totalmente negro, más que en cualquiera de las noches que yo hubiera contemplado, y el viento se sentía demasiado frio, capaz de congelarme la sangre... quizá todo se trataba de un sueño y en cualquier momento despertaría… ¡sí, eso debía ser!
Sin embargo, mi optimismo fue decayendo a la par que el tiempo seguía avanzado, ya ni siquiera podía distinguir cuántos minutos, horas… incluso días habían pasado mientras yo esperaba un despertar que se antojaba cada vez más lejano, vagando sin rumbo.
Aunque siendo sincero, lo que más molestia me causaba de estar ahí, era la aparente esterilidad del ambiente, no había nadie más que yo, ni siquiera plantas o animales… joder, si tan solo tuviera fósforos y algo para quemar, o al menos un paquete de cigarrillos, no estaría sufriendo tanto, a este paso no tardaría en mostrar señales del síndrome de abstinencia… joder, en serio.
Víctima de mi propia desesperación, anduve y anduve, tratando de encontrar algún tipo de señal que ni siquiera estaba seguro de cómo luciría, pero tenía que encontrarla, tenía que hallar algo que me dijera “aún estás vivo”, que todavía tenía tiempo para acabar “mi gran obra”, y, aunque no sé si fue el destino o pura coincidencia, tras escalar una pequeña colina, logré vislumbrar un enorme arco de mármol, que se alzaba majestuoso… ¡sí!, ¡seguramente sería la entrada a algún pueblo o ciudad!, sentí que mis energías se renovaban, incluso me lancé desde la cima de la colina sin pensarlo , y, como si mi vida dependiera de ello, corrí a toda velocidad hacia aquel signo de que no estaba solo.
Corrí y corrí, pero mi emoción que se había encendido como las llamas que tanto me fascinaban se fue apagando lentamente… podía ver esa especie de puerta, si, sentía que casi podía tocar las hendiduras entre los bloques de mármol, pero por más que avanzaba no conseguía llegar… - que extraño - pensé, la información que mis ojos captaban no concordaba con la distancia que había recorrido, era como si de pronto mi vista hubiera aumentando decenas de veces con respecto a mis otros sentidos, y quedé aún más extrañado, casi estupefacto cuando, como una afrenta a mi situación, la presencia de un letrero que extrañamente no había notado, grabado en la parte más alta de la construcción, se desvelo ante mí:
“Aquel ser que entre deberá abandonar toda esperanza”
¿Pero qué clase de broma estúpida era eso?, esas palabras… esa frase… sin duda ya había leído eso antes, pero… ¿dónde?...
Me dejé caer de rodillas, instintivamente me llevé las manos a la cabeza, estaba a nada de llegar al colapso, pues, como si esa terrible visión hubiese sacudido mi memoria, vi pasar toda mi vida ante mí: sufrimiento, dolor, risas, el enorme placer que me provocó ver arder a cada de mis víctimas y, al final, el eco de una voz monstruosa, horrible pero familiar al mismo tiempo, que por alguna razón había olvidado hasta ahora pero que casi enseguida recordé me había acompañado en lo que pensaba eran mis últimos momentos de vida, sentado en la silla eléctrica… - ¿Ga… ru… da? -
Jack Unterweger- SSES - Moderador
- 430
Re: En las puertas del infierno [Privado]
Garuda...
La brisa helada arrastro aquel nombre, un peso con el que viviría a partir de ahora, una promesa ligada eternamente al Inframundo, una parte de mi estaba ligada a las estrellas que vestían a mis caballeros, un ejercito unido a su señor en la muerte, estos nunca morían, volvían a mi y regresaban para pelear una vez más. Había dejado atrás a alguien que amaba en secreto, no podía dejarla en el Inframundo, nunca más después de lo que había dicho, la protegía alejándola y a cambio Garuda debía despertar una vez más, eligiendo un nuevo ser que la vistiera, elegante, imponente, violenta, deseando abrir sus alas una vez más, porque siempre regresaba.
Volverás una y otra vez, las campañas nunca se detendrán, caerás desde el cielo al infierno...
Mi cuerpo físico no se encontraba en ningún lado en ese momento, pero parte de mi cosmos caminaba detrás de aquel ser nuevo en mi mundo, podía sentir cada alma bajo mi dominio, aquella no estaba muerta, le concedía una nueva oportunidad, esta vez Garuda tenia como propósito escoger a alguien en especial, un ser que deseara, más allá de todo, sea violenta. Una bruma oscura rodeo al nuevo juez. Nada de amor, nada de compasión en aquel nuevo Juez, no esperaba de él un amigo sino un hombre capaz de destruir todo a su paso si se lo pedía, sin dudarlo, sin cuestionar, porque muchas veces no diría nada, ellos debían confiar como yo confiaba en ellos.
Una figura negra, de piel blanca y ojos violáceos, cubierto por una capucha y algo brillante en la palma de la mano, no caminaba, al menos eso parecía, pronunciaba una vez más aquel rango, Garuda y la armadura escuchaba a su señor, al dios que protegía, apareciendo delante del hombre arrodillado, ahora aquel hombre se alzaría después de su muerte para provocar todo el dolor que había sentido antes de morir y aun más, eso era lo mínimo que esperaría de él.
- Ponte de pie Garuda...
Mi voz eran tan fría como el aire que rodeaba, no necesitaba presentaciones, era su Dios su alma ahora me pertenecía y su deber era simple, permanecer a mi lado como uno de los tres grandes Jueces que me acompañarían eternamente. Cuando baje la capucha que cubría mi rostro las alas de la armadura se abrieron de par en par emitiendo un brillo purpura y desarmándose en fragmentos , que a mi deseo, vistieron a mi nuevo caballero, Jack.
- Espero no te incomode el hecho de haberte sacado de aquella silla eléctrica antes de tiempo – le mire, sin expresión alguna – lo siento no lo hice, has muerto por eso estas aquí, me perteneces, cumplirás mis deseos, pronto todo se volverá oscuro en el cielo, estas dispuesto a seguirme Juez de Garuda?
Alce la mano hacia la puerta a las espaldas de Jack, esta emitió un crujido, cediendo se abría lentamente de par en par, la elección la tenia él en sus manos yo solo el final o el principio de su camino. En mis manos una espada se alzaba transformándose en una enorme guadaña, la única capaz de arrancar el alma del cuerpo sin dañarlo.
Entonces que elegiría, cruzar la puerta y pertenecer al Inframundo como Garuda y comenzar la función que estaba a punto de comenzar o desear morir quedándose ante mi allí sin atravesar el umbral?
Y Garuda... cual sera tu elección?
La brisa helada arrastro aquel nombre, un peso con el que viviría a partir de ahora, una promesa ligada eternamente al Inframundo, una parte de mi estaba ligada a las estrellas que vestían a mis caballeros, un ejercito unido a su señor en la muerte, estos nunca morían, volvían a mi y regresaban para pelear una vez más. Había dejado atrás a alguien que amaba en secreto, no podía dejarla en el Inframundo, nunca más después de lo que había dicho, la protegía alejándola y a cambio Garuda debía despertar una vez más, eligiendo un nuevo ser que la vistiera, elegante, imponente, violenta, deseando abrir sus alas una vez más, porque siempre regresaba.
Volverás una y otra vez, las campañas nunca se detendrán, caerás desde el cielo al infierno...
Mi cuerpo físico no se encontraba en ningún lado en ese momento, pero parte de mi cosmos caminaba detrás de aquel ser nuevo en mi mundo, podía sentir cada alma bajo mi dominio, aquella no estaba muerta, le concedía una nueva oportunidad, esta vez Garuda tenia como propósito escoger a alguien en especial, un ser que deseara, más allá de todo, sea violenta. Una bruma oscura rodeo al nuevo juez. Nada de amor, nada de compasión en aquel nuevo Juez, no esperaba de él un amigo sino un hombre capaz de destruir todo a su paso si se lo pedía, sin dudarlo, sin cuestionar, porque muchas veces no diría nada, ellos debían confiar como yo confiaba en ellos.
Una figura negra, de piel blanca y ojos violáceos, cubierto por una capucha y algo brillante en la palma de la mano, no caminaba, al menos eso parecía, pronunciaba una vez más aquel rango, Garuda y la armadura escuchaba a su señor, al dios que protegía, apareciendo delante del hombre arrodillado, ahora aquel hombre se alzaría después de su muerte para provocar todo el dolor que había sentido antes de morir y aun más, eso era lo mínimo que esperaría de él.
- Ponte de pie Garuda...
Mi voz eran tan fría como el aire que rodeaba, no necesitaba presentaciones, era su Dios su alma ahora me pertenecía y su deber era simple, permanecer a mi lado como uno de los tres grandes Jueces que me acompañarían eternamente. Cuando baje la capucha que cubría mi rostro las alas de la armadura se abrieron de par en par emitiendo un brillo purpura y desarmándose en fragmentos , que a mi deseo, vistieron a mi nuevo caballero, Jack.
- Espero no te incomode el hecho de haberte sacado de aquella silla eléctrica antes de tiempo – le mire, sin expresión alguna – lo siento no lo hice, has muerto por eso estas aquí, me perteneces, cumplirás mis deseos, pronto todo se volverá oscuro en el cielo, estas dispuesto a seguirme Juez de Garuda?
Alce la mano hacia la puerta a las espaldas de Jack, esta emitió un crujido, cediendo se abría lentamente de par en par, la elección la tenia él en sus manos yo solo el final o el principio de su camino. En mis manos una espada se alzaba transformándose en una enorme guadaña, la única capaz de arrancar el alma del cuerpo sin dañarlo.
Entonces que elegiría, cruzar la puerta y pertenecer al Inframundo como Garuda y comenzar la función que estaba a punto de comenzar o desear morir quedándose ante mi allí sin atravesar el umbral?
Y Garuda... cual sera tu elección?
Kolkrabe- 199
Re: En las puertas del infierno [Privado]
Mi mente se llenó entonces de numerosas visiones, múltiples escenas extrañas para mí, pero que aun así sentía cercanas, como si las estuviera viendo desde los ojos de otras personas… espectros, estrellas malignas, guerra santa... ¿Hades?...
Aquel caos mental me producía una terrible jaqueca, mis venas se sobresaltaban y mi corazón se aceleraba violentamente, pero casi de manera tan inesperada como había llegado, todo ese tifón psíquico desapareció, tras pasar un par de minutos, dejando mi cabeza casi en blanco… entonces él se presentó ante mi…
Levanté mi mirada para contemplarlo, su forma era casi la de una sombra, espectral, misteriosa, desprendía una especie de sensación que hacía erizar mi piel… solo verlo era como mirar a la más infinita oscuridad, más entonces un nuevo ser se unió a nosotros, materializándose también de manera enigmática; parecía una especie de ave monstruosa, o más bien su coraza, pues estaba hecha de metal en vez de carne… y aun así se sentía más viva que cualquier cosa ahí...
Fue luego de eso que, con total naturalidad, el divino fantasma me ordenó levantarme, y pese a que yo jamás había escuchado órdenes de nada ni nadie, procedí a ponerme de pie sin chistar, como si algo impulsara a mi cuerpo, mientras que, a la señal de su invocador, la armadura oscura se desmontaba, uniéndose a mi cuerpo como por arte de magia… o quizá de brujería… siendo, para mi sorpresa, perfectamente compatible con mi físico, como si estuviera hecha únicamente para ser vestida por mí.
Acto seguido, el ser de piel pálida me dirigió de nuevo unas palabras, pero esta vez dejando escapar nociones de mí y de mi situación… de mi futuro, que se agolparon en mi cabeza, y entonces, haciendo gala de asombrosa influencia y poderío, procedió a abrir de par en par aquella puerta que me había atraído hasta aquí, al tanto que en sus manos surgía una oz, dándome a entender que, de no aceptar su propuesta, mi existencia llegaría a su fin ahí, justo en ese lugar…
- No tengas duda – dije, descendiendo de nuevo al piso, pero ahora en señal de reverencia, arrodillado – que mientras mi vida arda, yo te seguiré, ni tampoco tengas duda de que me aseguraré de esparcir la oscuridad hasta el último rincón del mundo… - al fin todas esas imágenes que había visto, todos esos pensamientos, toda mi vida… todo cobraba sentido, al conocer a aquel, mi nuevo señor, mi eterno señor, la muerte, finalmente sabía la razón de mi existencia… así, con renovada vitalidad, ardiente emoción y un naciente brillo escarlata, que había sustituido por un momento el ámbar de mis ojos abiertos de par en par, finalicé sonriendo:
- Deja pues que yo, Jack de Garuda, la Estrella Celeste de la Valentía, te muestre ¡mi más grande obra! -
Aquel caos mental me producía una terrible jaqueca, mis venas se sobresaltaban y mi corazón se aceleraba violentamente, pero casi de manera tan inesperada como había llegado, todo ese tifón psíquico desapareció, tras pasar un par de minutos, dejando mi cabeza casi en blanco… entonces él se presentó ante mi…
Levanté mi mirada para contemplarlo, su forma era casi la de una sombra, espectral, misteriosa, desprendía una especie de sensación que hacía erizar mi piel… solo verlo era como mirar a la más infinita oscuridad, más entonces un nuevo ser se unió a nosotros, materializándose también de manera enigmática; parecía una especie de ave monstruosa, o más bien su coraza, pues estaba hecha de metal en vez de carne… y aun así se sentía más viva que cualquier cosa ahí...
Fue luego de eso que, con total naturalidad, el divino fantasma me ordenó levantarme, y pese a que yo jamás había escuchado órdenes de nada ni nadie, procedí a ponerme de pie sin chistar, como si algo impulsara a mi cuerpo, mientras que, a la señal de su invocador, la armadura oscura se desmontaba, uniéndose a mi cuerpo como por arte de magia… o quizá de brujería… siendo, para mi sorpresa, perfectamente compatible con mi físico, como si estuviera hecha únicamente para ser vestida por mí.
Acto seguido, el ser de piel pálida me dirigió de nuevo unas palabras, pero esta vez dejando escapar nociones de mí y de mi situación… de mi futuro, que se agolparon en mi cabeza, y entonces, haciendo gala de asombrosa influencia y poderío, procedió a abrir de par en par aquella puerta que me había atraído hasta aquí, al tanto que en sus manos surgía una oz, dándome a entender que, de no aceptar su propuesta, mi existencia llegaría a su fin ahí, justo en ese lugar…
- No tengas duda – dije, descendiendo de nuevo al piso, pero ahora en señal de reverencia, arrodillado – que mientras mi vida arda, yo te seguiré, ni tampoco tengas duda de que me aseguraré de esparcir la oscuridad hasta el último rincón del mundo… - al fin todas esas imágenes que había visto, todos esos pensamientos, toda mi vida… todo cobraba sentido, al conocer a aquel, mi nuevo señor, mi eterno señor, la muerte, finalmente sabía la razón de mi existencia… así, con renovada vitalidad, ardiente emoción y un naciente brillo escarlata, que había sustituido por un momento el ámbar de mis ojos abiertos de par en par, finalicé sonriendo:
- Deja pues que yo, Jack de Garuda, la Estrella Celeste de la Valentía, te muestre ¡mi más grande obra! -
Jack Unterweger- SSES - Moderador
- 430
Re: En las puertas del infierno [Privado]
Una mueca se torció en mis labios, un intento de sonrisa, que las estrellas se acoplaran perfectamente con un ser en particular, elegido, condenado en cada detalle oscuro de su alma, me regocijaba y producía en mi interior una sensación de regocijo intenso como si una parte de mi ser hubiese sido colocada en su lugar, encajando en aquella pintura perfecta, completando una pequeña parte que haría que todo se completara cuando estuviesen por fin todas en su lugar; baje la guadaña, no parecía tener que usarla con aquel hombre, lo que me alegraba, si se podía decir, era hora de sumergirlo un poco más en el fuego del Infierno.
- Jack de Garuda...
Mi voz se perdió en el hermoso vació que nos rodeaba, oscuro, frío pero se podía palpar desesperación y dolor, todo era así, para ser uno de los nuestros su mente para empezar debía de entender y acoplarse majestuosamente a esas y otras sensaciones similares que componían aquella sinfonía infernal en la que viviría por el resto de sus días, moriría y volvería a la vida a mi lado una y otra vez mientras yo existiera, mientras ese fuese mi deseo, no existía estrella en el Inframundo que dejara de brillar por si sola, si lo hacia era mi deseo, a veces las malas hierbas había que arrancarlas de raíz.
- Acompáñame, me mostraras de que eres capaz...
Pase a su lado con calma, mis pasos eran tranquilos, sin perder poderío ni elegancia, mis dedos apenas rozaron la mejilla del guerrero arrodillado, ordenandole con tan solo aquel tacto que me acompañara de cerca, subí las escaleras y mi mano paso a través del umbral, pero solo esta lo atravezo, entonces la imagen que se veía ahora era distinta, había unas calles, Rodorio, el pueblo cercano al Santuario, si mis piezas se movían a la perfección, si eran capaces de destruir todo a su paso entonces eran perfectas, cada una se movía para algo en particular, no iba a pedirle a la torre que saltara ni al caballo que hiciera la tarea del alfil, pero Garuda no era un peón, era de mis piezas principales en aquel juego y ahora lo demostraría.
- Existe un alma que se retuerce, no debe morir... pero si sufrir, estoy seguro que sabrás quien es ahora que los puedes ver mejor.
Sus ojos habían cambiado, los jueces veían distinto el mundo a como lo veía cualquier espectro, incluso cualquier mortal o dios, era un don que les transmitía a ellos, poder ver que almas eran las que debían de partir, ser destruidas o torturadas, cada juez tenia un propósito Griffon llevaba solo las almas que debían de partir, Wyvern las destruía, Garuda las hacia sufrir hasta quebrarlas y esa era su tarea; hice un gesto de mi mano para que atravesara ahora, por fin, aquel umbral con el propósito de mostrarme que tanto podía hacer arder el alma de alguien, esta vez si sonreí, aunque mi sonrisa era siniestra, completamente oscura, era su prueba.
- Antes de partir... – le detuve, mi cosmos creo un pequeño arete que deje en la palma de su mano – colócatelo, si caes lo sabre, pero no siempre podre volver por ti, cuando el dije sienta que tu alma esta por consumirse te regresara de nuevo a tu mundo... aquí, no importa donde estés.
Me hice a un lado, ahora podía marcharse, era un obsequio todos mis soldados tenían algo que los devolvía a casa, a mi lado, pare recuperar sus fuerzas, porque yo no dejaba a nadie atrás ni permitía que cayeran, era impiadoso y cruel pero no con los míos, mis jueces eran leales y a cambio su dios también les era leal, aunque no pudiera pelear a su lado me mantenía siempre pendiente de lo que hacían.
- Jack de Garuda...
Mi voz se perdió en el hermoso vació que nos rodeaba, oscuro, frío pero se podía palpar desesperación y dolor, todo era así, para ser uno de los nuestros su mente para empezar debía de entender y acoplarse majestuosamente a esas y otras sensaciones similares que componían aquella sinfonía infernal en la que viviría por el resto de sus días, moriría y volvería a la vida a mi lado una y otra vez mientras yo existiera, mientras ese fuese mi deseo, no existía estrella en el Inframundo que dejara de brillar por si sola, si lo hacia era mi deseo, a veces las malas hierbas había que arrancarlas de raíz.
- Acompáñame, me mostraras de que eres capaz...
Pase a su lado con calma, mis pasos eran tranquilos, sin perder poderío ni elegancia, mis dedos apenas rozaron la mejilla del guerrero arrodillado, ordenandole con tan solo aquel tacto que me acompañara de cerca, subí las escaleras y mi mano paso a través del umbral, pero solo esta lo atravezo, entonces la imagen que se veía ahora era distinta, había unas calles, Rodorio, el pueblo cercano al Santuario, si mis piezas se movían a la perfección, si eran capaces de destruir todo a su paso entonces eran perfectas, cada una se movía para algo en particular, no iba a pedirle a la torre que saltara ni al caballo que hiciera la tarea del alfil, pero Garuda no era un peón, era de mis piezas principales en aquel juego y ahora lo demostraría.
- Existe un alma que se retuerce, no debe morir... pero si sufrir, estoy seguro que sabrás quien es ahora que los puedes ver mejor.
Sus ojos habían cambiado, los jueces veían distinto el mundo a como lo veía cualquier espectro, incluso cualquier mortal o dios, era un don que les transmitía a ellos, poder ver que almas eran las que debían de partir, ser destruidas o torturadas, cada juez tenia un propósito Griffon llevaba solo las almas que debían de partir, Wyvern las destruía, Garuda las hacia sufrir hasta quebrarlas y esa era su tarea; hice un gesto de mi mano para que atravesara ahora, por fin, aquel umbral con el propósito de mostrarme que tanto podía hacer arder el alma de alguien, esta vez si sonreí, aunque mi sonrisa era siniestra, completamente oscura, era su prueba.
- Antes de partir... – le detuve, mi cosmos creo un pequeño arete que deje en la palma de su mano – colócatelo, si caes lo sabre, pero no siempre podre volver por ti, cuando el dije sienta que tu alma esta por consumirse te regresara de nuevo a tu mundo... aquí, no importa donde estés.
Me hice a un lado, ahora podía marcharse, era un obsequio todos mis soldados tenían algo que los devolvía a casa, a mi lado, pare recuperar sus fuerzas, porque yo no dejaba a nadie atrás ni permitía que cayeran, era impiadoso y cruel pero no con los míos, mis jueces eran leales y a cambio su dios también les era leal, aunque no pudiera pelear a su lado me mantenía siempre pendiente de lo que hacían.
Kolkrabe- 199
Re: En las puertas del infierno [Privado]
Un fugaz roce y un par de enunciados cortos le fueron más que suficientes para darme la siguiente indicación, más en la intimidad de mi mente aún me resultaba curiosa la manera tan natural en que se desenvolvía conmigo y viceversa, ¿en verdad había sido marcado como uno de los suyos desde antes de llegar al mundo?...
Mis pensamientos divagaban, más no por desconfianza o dudas, sino a causa de una extraña fascinación, ¡que afortunado había sido de nacer en una posición privilegiada bajo la tutela del único concepto absoluto para mí!
Me levanté entonces, de acuerdo a como me lo había indicado, y caminando cerca de su pálida humanidad lo seguí hasta el pórtico, cuyo destino cambió de acuerdo a la voluntad del rey, mostrando una vez más el dominio absoluto de la divinidad oscura sobre todo lo que nos rodeaba.
Nuevamente me dirigió unas palabras, explicando de forma breve una encomienda que enseguida me hizo sonreír: todo lo que tenía que hacer era cruzar el portal para mostrarle mi arte una vez que encontrara el material digno… ¡tal como lo había supuesto, el gusto de aquel ser se encontraba en la cima del refinamiento y deseaba ver si yo estaba a la altura!
No podía… no quería decepcionarlo, incluso me detuvo antes de que me pudiera lanzar de lleno a aquella escena para obsequiarme un pendiente que nos conectaría de manera aún más directa; lo menos que podía hacer era asegurarme de ofrecerle un espectáculo divertido y, de paso, unas cuantas decenas de vidas como extra.
- Tus deseos - dije – son órdenes para mí – al tanto que con mi puño cerrado golpeé suavemente el peto de mi armadura oscura, justo en la zona encargada de proteger el corazón - pero, si no te molesta… quisiera pedirte una cosa más… – mis palabras estaban llenas de un respeto que hasta ahora no le había dirigido a nadie más, aunque mi expresión seguía siendo la de un niño emocionado que estaba a punto de descubrir el mundo…
- ¿Podrías dejar que llevara unos cuantos de esos conmigo? - me refería a los peones que había visto en los recuerdos de otras vidas, al combustible del que echaría mano en caso de necesitarlo… fuera como parte de mi tarea o como mero pasatiempo.
Mis pensamientos divagaban, más no por desconfianza o dudas, sino a causa de una extraña fascinación, ¡que afortunado había sido de nacer en una posición privilegiada bajo la tutela del único concepto absoluto para mí!
Me levanté entonces, de acuerdo a como me lo había indicado, y caminando cerca de su pálida humanidad lo seguí hasta el pórtico, cuyo destino cambió de acuerdo a la voluntad del rey, mostrando una vez más el dominio absoluto de la divinidad oscura sobre todo lo que nos rodeaba.
Nuevamente me dirigió unas palabras, explicando de forma breve una encomienda que enseguida me hizo sonreír: todo lo que tenía que hacer era cruzar el portal para mostrarle mi arte una vez que encontrara el material digno… ¡tal como lo había supuesto, el gusto de aquel ser se encontraba en la cima del refinamiento y deseaba ver si yo estaba a la altura!
No podía… no quería decepcionarlo, incluso me detuvo antes de que me pudiera lanzar de lleno a aquella escena para obsequiarme un pendiente que nos conectaría de manera aún más directa; lo menos que podía hacer era asegurarme de ofrecerle un espectáculo divertido y, de paso, unas cuantas decenas de vidas como extra.
- Tus deseos - dije – son órdenes para mí – al tanto que con mi puño cerrado golpeé suavemente el peto de mi armadura oscura, justo en la zona encargada de proteger el corazón - pero, si no te molesta… quisiera pedirte una cosa más… – mis palabras estaban llenas de un respeto que hasta ahora no le había dirigido a nadie más, aunque mi expresión seguía siendo la de un niño emocionado que estaba a punto de descubrir el mundo…
- ¿Podrías dejar que llevara unos cuantos de esos conmigo? - me refería a los peones que había visto en los recuerdos de otras vidas, al combustible del que echaría mano en caso de necesitarlo… fuera como parte de mi tarea o como mero pasatiempo.
Jack Unterweger- SSES - Moderador
- 430
Re: En las puertas del infierno [Privado]
Le mire atento arqueando un ceja, no me era extraño que pidieran cosas realmente, Vidd solía tener esos arrebatos descabellados por querer hacer algo, a veces que traspasaba la línea de su tarea y al igual que a Griffon porque no darle a Garuda también un poco de eso que necesitaba, además de diversión, porque sin duda mientras el pasaba un buen rato encendiendo todo en llamas, creando un infierno en la tierra, yo me aseguraba de que todo fuese como se había planeado, cual perfecto reloj que marcaba la hora exacta en el momento preciso. Asentí en silencio a su petición, cuando necesitara aquello solicitado el Inframundo se lo daría, a partir de ahora este era su hogar, su prisión, su legado, su vida, esa que ahora me pertenecía a mí y a nadie más, lo quisiera o no él ya había escogido su destino.
- Garuda… no te midas y no tengas cuidado con lo que haces, recuerda solo una parte pequeña de nuestro destino está escrito todo el resto es a nuestro libre antojo.
Todo estaba hecho, el portal estaba a su disposición, como también me aseguraba de que, aunque no fuese completo o en perfecto estado, regresara a Antenora, con su cabeza aun entera me conformaba todo el resto podía reconstruirlo si era necesario. Mi mano apretó su hombro en un gesto de afecto quizás, confianza o simplemente camaradería, podía interpretarlo como quisiese, pero algo era simple y siempre se mantendría, mientras mis caballeros me acompañaran, mi alma siempre los seguiría, a mi manera, este reino no era como los demás, nadie iba a estar de rosa para con el otro, todos eran fuertes a su manera, guerreros implacables elegidos especialmente para no tener piedad y cumplir con los deseos retorcidos de su Dios.
Me aleje de allí bajando la escalinata, dejando a Jack ante el portal a su disposición, en cuanto lo atravesara este desaparecería, dulce Grecia, siempre regresaba a allí, tantos siglos y había cosas que nunca cambiaban, aun estaba decidido a no respetar la tradición, jugaría con lo inimaginable y haría todo cuanto pudiera a mi libre antojo, arrastrando a quien quisiese interponerse, porque si algo podía cambiar era todo el mundo pero el alma de la misma muerte jamás y esta siempre deseaba muerte, la necesitaba para vivir, de eso se trataba.
Buena suerte Garuda.
- Garuda… no te midas y no tengas cuidado con lo que haces, recuerda solo una parte pequeña de nuestro destino está escrito todo el resto es a nuestro libre antojo.
Todo estaba hecho, el portal estaba a su disposición, como también me aseguraba de que, aunque no fuese completo o en perfecto estado, regresara a Antenora, con su cabeza aun entera me conformaba todo el resto podía reconstruirlo si era necesario. Mi mano apretó su hombro en un gesto de afecto quizás, confianza o simplemente camaradería, podía interpretarlo como quisiese, pero algo era simple y siempre se mantendría, mientras mis caballeros me acompañaran, mi alma siempre los seguiría, a mi manera, este reino no era como los demás, nadie iba a estar de rosa para con el otro, todos eran fuertes a su manera, guerreros implacables elegidos especialmente para no tener piedad y cumplir con los deseos retorcidos de su Dios.
Me aleje de allí bajando la escalinata, dejando a Jack ante el portal a su disposición, en cuanto lo atravesara este desaparecería, dulce Grecia, siempre regresaba a allí, tantos siglos y había cosas que nunca cambiaban, aun estaba decidido a no respetar la tradición, jugaría con lo inimaginable y haría todo cuanto pudiera a mi libre antojo, arrastrando a quien quisiese interponerse, porque si algo podía cambiar era todo el mundo pero el alma de la misma muerte jamás y esta siempre deseaba muerte, la necesitaba para vivir, de eso se trataba.
Buena suerte Garuda.
Kolkrabe- 199
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