Warning! Los rayos del sol queman.

Las flores se habían ocultado, refugiado bajó la tierra con la llegada del astro sol. Cómo amaba sentirse bajó aquellos esclarecedores rayos; era como sentir su piel arder, pero a diferencia de los demás individuos que acudían rápido al uso del bloqueador o buscar una sombra para descansar, ella disfrutaba ver correr gotas de sudor sobre la superficie del cuerpo de un mortal, sobre todo porque ella rara vez sudaba. El astro rey no la afectaba en ningún sentido. Ni su piel se inmutaba ante aquella luminosidad; era una más con su poder.

Unas risas infantiles escuchaba a la distancia. Se encontraba cercana a una playa paradisíaca; pero prefería observar todo desde la punta de un peñasco; donde el sol estaba en su punto más alto.

Sonrió cuando los niños reían y cantaban bajo el astro rey; pero su brillante sonrisa desapareció ante los cuidados maternales que buscaban una sombra para refugiarse. Aquello siempre la ofendía. ¿Por qué refugiarse del mejor regalo que se le ha dado a los mortales? ¿Por qué no disfrutar a plenitud de esa estación en particular?

Una chispa de ira invadió el iris ambarino de sus orbes enfurecidas; pero decidió obviar la malagradecida actitud de terceros y nuevamente regresó a su estado natural, disfrutando de la quietud del lugar. Esporádica —como ha de ser siempre— se dejó caer por el borde del peñasco, solo sosteniéndose de una punta inestable con la superficie de sus dedos. Sabía que si se soltaba, caería. No moriría, ni mucho menos. El verano no moría. Solo dormía cuando finalizaba su turno de quemar los alrededores.                    

Se recobraba de un salto infantil, pisando y perdiendo el equilibrio por gusto. Cualquier entidad que la observara no dudaría de su inestabilidad mental. Se recogió la larga y espesa cabellera en una alta coleta, despeinada y descuidada. Y por simple y llano gusto encendió su cosmos, despertando la energía volcánica del verano. Todavía no se había presentado ante su diosa. Temía por alguna razón no resultar de su agrado. Por ello se mantenía al margen por el momento, al igual que con las otras estaciones. El verano era la más brillante, pero también la más ardiente. A veces evitada por la seguridad de una sombra cualquiera.

"Mucha quietud..."

Sus fairies acudieron a su encuentro, como el revoloteo de cien mariposas. Todas girando y bailando alrededor de su cuerpo en llamas.

Oh... un aroma diferente.

Parpadeó un par de veces, como si se encontrara a sí misma en un sitio desconocido, que no había visitado antes o que al que no pretendía acudir, al menos no conscientemente. Ese aroma masculino la había descolocado. Ella veía todo desde ese punto tan alto, mientras los demás parecían ignorarla danzando bajo el sol; o al menos eso creía hasta que sintió una presencia diferente entre todos los mortales. Una esencia que no vivía bajo las reglas de los dioses de la luz.

... entonces lo vio. ¡No podía ser! ¿Qué hacía ese ser vestido de aquella forma en un día de verano? ¡Ah no! No lo iba a dejar pasar. Porque ella era verano, lo era. Y no iba a dejar las cosas así. Incluso ella iba vestida con unos shorts claros y la parte superior de un bikini. Sí, Danny no se encontraba plenamente en sus cabales.

Caminó, pisando fuerte y decididamente la arena bajo sus pequeños pies. Nuevamente se encontraba muy distante de los mortales; pero cada vez cortaba más la distancia con aquel individuo que la había ofendido, sí, ofendido. ¡Ella era verano! Y en su presencia, todos debían sudar. ¿No? Aunque un tenue rubor pintó sus mejillas al encontrarse de frente al espectro. Carraspeó sin disimulo y sacó pecho. Estaba realmente descolocada, algo cabreada. Después de todo, era la estación más calurosa de todas; arrastraba todo a su paso. Y percibió entonces, aquel cosmos infernal; aquella aura proveniente del Hades. Sentía la enemistad de lazos recorrer su piel.

- ¿Y tú quién eres, eh? ¿Qué clase de criatura eres…? ¿Quién te ha enviado?

Cada una de sus preguntas iba acompañada de la imagen de su apariencia irritada. Ella era como un volcán de emociones; irradiaba luz y calor. Pocos toleraban esa ráfaga de calidez que la caracterizaba. ¿Lo ahuyentaría con su voz de chiquilla dominante? ¿Con la imagen de su 'peligrosa' apariencia?

Señaló una línea imaginaria delante de ella. La línea separaba ambos cuerpos por apenas un metro de distancia.

- ¿La ves? Esa es, y pues sino, no es mi problema.

¡Eso es Danny! Demuéstrale lo orgullosa que podías ser. Tratando claro de obviar el sonrojo que aparecía siempre ante desconocidos.